Acuse de recibo
Osmani Sánchez Bermúdez quiso hacerle honor a la campesina tonada, cuando decidió degustar el típico plato en el restaurante que, en las afueras de la ciudad de Las Tunas, perpetúa la tan afamada Caldosa de Kike y Marina.
El joven, quien reside en calle Segunda número 26, en el reparto San Juan, municipio camagüeyano de Guáimaro, relata que el pasado miércoles 11 de octubre, ya expirando la tarde, pidió allí la musicalísima especialidad. Y le trajeron a la mesa un caldo en el cual naufragaba un solitario plátano burro, sin el acompañamiento de carne de pollo, que es el ingrediente clásico de la tunera caldosa.
Ante sus averiguaciones, la dependiente afirmó que aquel mejunje era caldo de hueso de vaca. Osmani solicitó una explicación a la administradora, y esta le respondió que habían tenido dificultades con el suministro de pollo, pero ella tenía que vender caldosa.
Ejerciendo sus derechos como consumidor, y no bajando la cerviz con el típico silencio de los corderos, Osmani le comentó que al menos debían situar en la tablilla del menú el contenido de la misma, para que los comensales no se engañaran con lo que estaba escrito: caldosa tunera a 2,20. Con más razón le parecía absurdo el anuncio del establecimiento, que muestra un pollo dentro de una cazuela. Y le insistió a la responsable que allí, por muchas razones, se debía vender la verdadera caldosa de Kike y Marina.
Pero la mayor sorpresa de Osmani fue cuando, al retirarse del restaurante, repasó de nuevo el menú en la pizarra y descubrió que ofertaban pollo frito a 25 pesos. «¿Era necesario mentir de esa forma y ofrecer al público caldosa de hueso de vaca habiendo pollo en la unidad?», pregunta nostálgico, aferrado al recuerdo de aquella graciosa estrofa: «Qué bien se camina, qué bien se camina, con esa caldosa de Kike y Marina...».
Qué mal se camina... dirá también Isleydi Moreno Ramón cada mañana, cuando sale bien temprano de Loma del Santo, muy cerca de la Carretera Central, en Sancti Spíritus, para dirigirse a su trabajo.
Isleydi, quien reside en la cooperativa de crédito y servicio José Regino Sosa Cañizares, revela en su carta que los temibles búfalos de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Niña Bonita, campean por su respeto a lo largo del terraplén por el cual transitan muchas personas, incluidos escolares.
Asegura la aterrada mujer que los trabajadores que atienden a las bestias, dejan las puertas de los potreros abiertas mientras realizan el ordeño, y en otros casos los animales burlan los portones por debajo. «No es la primera vez que tengo que cruzar las cercas de los potreros corriendo...», refiere Isleydi.
La situación, que se agrava cuando las criaturas están en reproducción, ha sido planteada a esos trabajadores y sus jefes, y la respuesta es muy calmosa: no hacen nada, solo hay que coger un palo y partirles para arriba...
¿Habráse visto cosa igual?, se pregunta atribulada Isleydi cada mañana, augurando que un día una de esas bestias va a cobrar su botín de guerra.