Hacia 1868 la agudización de las contradicciones existentes en el país hace que el sector más revolucionario de los terratenientes cubanos se plantee la búsqueda de una salida por la vía independentista.
El país se encontraba ante una posible crisis sin solución bajo la dominación española. Por un lado, la existencia de la esclavitud en la industria azucarera se había convertido en un freno; además, la crisis económica mundial de 1857
y posteriormente la de 1866, habían dejado de sentir con fuerza sus efectos en la economía del país al provocar la caída de los precios del azúcar. También afectó a la economía la supresión casi total de los créditos, en momentos
en que se exigía un intenso proceso inversionista para modernizar técnicamente la producción azucarera. Sin embargo, España no hacía caso de estas necesidades económicas de la Isla. Sacudida también por los efectos de la crisis
económica, trató de resolver sus dificultades a costa de sus colonias.
En aquella época, el gobierno español se encontraba enfrascado en algunas aventuras bélicas con el objetivo de reconquistar territorios latinoamericanos y el costo de ellas recaía, en gran medida, sobre Cuba.
La utilización del presupuesto cubano en asuntos de interés para la corona española, pero completamente ajenos a las necesidades de los criollos, era otro de los males emanados de la dominación española.
Las circunstancias de explotación económica en que España mantenía sumida a la Isla evidencian un agravamiento superior al habitual, que se hacía particularmente crítico en la zona oriental y central del país.
Las diferencias entre la situación económica de las regiones de Cuba desempeñaron un papel determinante en la lucha independentista. Las zonas Oriental y del Centro, con menos ingenios y un reducido número de esclavos, atravesaban por una situación crítica
de endeudamiento y ruina de la mayoría de sus terratenientes, que se convirtieron rápidamente en partidarios decididos de lucha contra España; no obstante, esta no era una situación uniforme para todo el territorio, en regiones
como Guantánamo con gran concentración de ingenios y esclavos, del mismo modo que los ricos terratenientes occidentales asumieron una postura reaccionaria por temor a que la guerra les hiciera perder sus riquezas.
Otros sectores sociales como los profesionales, pequeños propietarios y trabajadores libres: artesanos y campesinos, eran más afectados por las condiciones de explotación colonial y discriminados por ser pobres, criollos y además, por el color de su piel.
La masa esclava, que hacia 1868 constituía la tercera parte de la población, soportaba el mayor rigor y carecía de todos los derechos.
La colonia era mantenida como una mera fuente de de ingresos fiscales y los cubanos estaban desprovistos de todo tipo de derechos políticos. La contradicción entre la colonia y la metrópoli se hacía cada vez más aguda, colocándose en un primer plano.
El sistema colonial español se había convertido en una insalvable traba para el desenvolvimiento de Cuba, pero todavía los cubanos albergaban la esperanza de que, ante esta realidad, España concediera algunas reformas, y así le fueron solicitadas ante
la Junta de Información, en 1867.
La negativa de la Junta de Información de hacer reformas evidenciaba la miopía de España que no se percataba de la imposibilidad de mantener su dominación como hasta ahora, y al mismo tiempo, hacía imposible que los cubanos vieran otra salida a los problemas
de la colonia que no fuera la lucha abierta por la independencia.
El Manifiesto proclamado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, permitió comprobar cómo los cubanos de esa época valoraban la situación y porqué se lanzaron a la lucha.
“Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio (…).
Céspedes y los hombres que lo secundaron declararon su inquebrantable decisión de transformar la situación existente a través de las armas, como única vía de alcanzar las libertades económicas, políticas y sociales a que tenían derecho como pueblo que
comenzaba a forjarse como nación. La grave situación que vivía Cuba, condujo a la decisión de luchar contra la dominación española, y ambos factores anunciaron el surgimiento de una situación revolucionaria.
El sector más radical y revolucionario de los terratenientes cubanos había comprendido que para luchar exitosamente contra España por la independencia de Cuba debía antes darle la libertad a los esclavos y estaba dispuesto a hacerlo.
Al estallar la guerra arrastró tras si a campesinos, artesanos y esclavos, y despertó el patriotismo fervoroso de estudiantes, profesionales e intelectuales y del pueblo cubano en general, cuyo sentimiento nacional se hizo realidad concreta e irreversible
en el propio fragor de la lucha contra el dominio de España.