Cada noche —no sé por qué últimamente— descorro las cortinas brumosas de la memoria. Y en cada velada llego siempre a un espacio donde está la niña que fui: me veo arrullando gatos recién nacidos; acomodándolos en un nido de trapos tiernos, dispuesto por las manos calientes de la abuela Concha. O me asombro de mí misma, con los dedos hundidos en la tierra del patio; o tambaleándome sobre una bicicleta enorme; o agarrando conejos de ojitos rojos, que tiemblan tras los barrotes de una jaula minúscula en la que entro con habilidad de contorsionista.
La primera vez que ofrecí todas mis vísceras a alguien que las necesite, recordé con estremecimiento la Canción del Sainete Póstumo del febril Rubén Martínez Villena: «Yo moriré prosaicamente, de cualquier cosa (¿el estómago, el hígado, la garganta, ¡el pulmón!?)...».
Cada día las penas y las atrocidades son mayores en la República Democrática del Congo, y muchos ciudadanos, los que no se favorecen con el robo de minerales por parte de las transnacionales extranjeras con apoyo de sus aliados en la región, se preguntan cuántos días más les tocará vivir.
En el mundo se calcula que existen más de 22 millones de refugiados y 30 millones de desplazados dentro o fuera de las fronteras de sus estados. En estas estadísticas, los gobiernos no tienen oficialmente en cuenta una categoría poco convencional y que es cada vez más frecuente por estos tiempos: los «refugiados ambi...
En realidad, yo no escribo para denunciar. Ni aquellos que me lean deben esperar que est...
En el recinto, el incesante «flasheo» de las luces ilumina y opaca rostros a intervalos, mientras la mayoría de los asistentes prueba soltura al compás de la música. Con algún que otro trago los amantes del sabor etílico se estimulan desde temprano. Hasta los que no acostumbran a degustar bebida aprovechan la ocasión para romper la abstinencia frent...
La simpatía por la jarana clasifica como un rasgo consustancial a la idiosincrasia criolla. Sobre el asunto existe una obra de Jorge Mañach titulada Indagación del choteo, algo considerado por el autor como la condensación de la ligereza, el ingenio, la gracia, el humor, la rebeldía y la burla desenfrenada con que el cubano resuelve sus problemas, tanto personales como sociales.
Entró la llamada después de muchos años. Era la voz de Nuria Nuiry Sánchez, mi maestra de cuando yo estudiaba Periodismo en la Facultad de la Universidad de La Habana. La educadora de tantos seres humanos que en el transcurso de más de 50 años se habían quedado con algo de la luz hallada en algún aula encendida por la sencillez tan sabia de Nuria.
«¡Vaya tú, “palestino”!», dice uno, y le responde a gritos el otro: «¡Ah, tú, descara’o!».
El caballo hala jadeante, manando sudor, el carretón loma arriba, mientras la fusta del cochero rebota una y otra vez sobre el lomo de la bestia que aguanta estoicamente sin relinchar.