«Que mi hijo esté junto a mi en misión internacionalista me obliga a orientarlo, cuidarlo y también ir traspasándole la cultura del oficio, tan importante en la estomatología», se-ñala el doctor Wilfredo Hernández. Autor: José M. Correa Publicado: 21/09/2017 | 05:21 pm
CARACAS.— Deben ser varias decenas en todo el país. Quizás más. No encontré el dato. Pero solo en el estado venezolano de Carabobo, por lo menos son nueve las familias cubanas padre-hijo —y más de una madre también—, que comparten misión.
En algunos casos, ambos son trabajadores de la salud, en otros, se entremezclan las más diversas profesiones.
Lazos de sangre, pero también del mejor ser. A Wilfredo Hernández Álvarez se le conoce en Pinar del Río como un excelente estomatólogo; su hijo, Yurién Hernández Acosta, tiene tres años de graduado en la misma especialidad.
Los dos trabajan en el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) —especie de policlínico, aunque a veces más sofisticados— donde atienden a los habitantes de la zona de La Trigaleña, uno de los suburbios de Valencia, capital del estado de Carabobo.
Zona pobre, ha sido beneficiada, como toda la población venezolana, por las misiones Barrio Adentro implementadas por el Gobierno bolivariano desde 2003, y en las que miles de trabajadores de la salud cubana cooperan.
Ildelisa Acosta y Wilfredo han construido una familia ejemplar. Ella es pedagoga, siempre está pendiente, desde Cuba, de «cómo van las cosas con sus dos hombres por acá». En especial de Yurién, y siempre, claro está, atenta a su esposo.
De sus tres hijos, este siguió al padre; la mayor optó por otra rama de la Medicina (también es internacionalista); y la más pequeña, por la Ingeniería informática. Fue ella precisamente la que, hace algo más de dos meses, le dio el primer nieto a Wilfredo.
El «viejo» cuenta los días para ver a Leandrito —el niño—, dice Yurién. «Ahora todo es con su nieto»; ríe.
«Nunca me acostumbraré a estar lejos de la familia», lo aplaca Wilfredo.
El viejo ya había trabajado en Venezuela. La de ahora, sin embargo, es una experiencia diferente. «Tengo la compañía de mi hijo, y, al mismo tiempo, eso significa obligaciones intransferibles de padre y profesional: orientarlo, cuidarlo y también ir traspasándole la cultura del oficio, que es tan importante en la Estomatología.
«Y qué mejor que un hijo entrenado por su padre. !Y si a eso le suma estar juntos en una misión...!».
Apostilla Yurién: «No pido más. Estoy cerca del hombre que sigo, tanto en la vida como en la profesión. Él ha sido y es para mí esa columna sólida donde siempre he podido apoyarme».
El hijo de Genaro
Licenciado en Cultura Física, Genaro Cervantes se desempeñaba como directivo del INDER en el municipio tunero de Majibacoa. Ahora es parte de los colaboradores que participan de la misión Barrio Adentro Deportivo, en la comunidad Mañonguito.
Reider, su hijo, es licenciado en Tecnología en Electromedicina. Trabaja en el CDI La Trigaleña. Dicen que Reider es muy disciplinado. Y él afirma que lo aprendió de su padre...
«¿Que si ahora nos queremos más? Nuestra relación es la misma. Nunca ha cambiado. Claro, aquí nos cuidamos más y también nos compensamos. Andar lejos de la familia es duro; aunque es un sacrificio que se cumple con gusto».
Genaro añade: «Solo he sido un buen padre. Convivir juntos, en internacionalismo, es grato. Ojalá todas las familias cubanas pudieran tener un privilegio así.
«Por lo pronto, ambos estamos muy atentos a los dos que están allá en Cuba: su hermano que le sigue, en el servicio militar; y el otro, el más pequeño, que cursa la secundaria».
Reider lleva año y medio aquí. Genaro, tres meses. Llegó un día en la noche; al otro estaba en Carabobo. Fue un encuentro memorable. Como siempre son las cosas de los cubanos...
Mamá, papá y Yoisel
Los estomatólogos Edgardo Tamayo Vega y Yoisel Tamayo Pérez, cumplen segunda misión. Entre 2003 y 2007 estuvieron juntos en Mérida. Ahora, en Carabobo. El profesor Edgardo ya lleva un año y un mes por estos lares. Yoisel, dos meses.
Vuelven a estar de la mano. Pero ahora con la «joya» del hogar: Midemis Pérez. Yoisel es uno de los dos hijos del matrimonio Tamayo-Pérez. Ella es técnica en Laboratorio clínico.
Edgardo y Midemis dejaron en Las Tunas a una hija y a cuatro nietos repartidos entre la provincia oriental y Villa Clara, donde vive Yoisel con su esposa y sus dos hijos.
Como todas las abuelas, Midemis sigue al hilo cómo van los pequeños. La reconforta tener a su lado a su compañero de tantos años y a su hijo. Medio que se entristece, si de nietos se trata, pero se impone: «Esto es grande: nuestra familia da un importante aporte a las revoluciones. Es algo que nunca imaginé podríamos hacer juntos los tres».
Para Yoisel esta es la más «grande experiencia profesional y humana a que una persona pueda aspirar. Por un lado, mi madre; y por otro, mi padre, que es un paradigma para mí. Así que qué le puedo decir, primero fueron tres años y medio trabajando ambos en el estado de Mérida, y ahora nos vuelven a unir aquí.
«¿No es suerte celebrar el Día de los Padres así?»... Pausa. El profesor Edgardo le palmea. Sabe por dónde su vástago va... Rolando y Daniel... Son los dos hijos de Yoisel, el primero de diez años de edad, el segundo, de dos años y medio.
«Por favor, escriba que su papá les dice que aunque no me encuentre cerca de ellos, estoy cumpliendo una tarea importante; que los recuerdo todos los días, que me gustaría estar con ellos, que son lo más importante para mí».
La vida es más interesante que un CSI
Si alguien conoce a profundidad el interior de un ser humano, ese es el doctor Humberto Morales Núñez.
Relevante médico forense de la región oriental, granmense y sobre todo manzanillero —enfatiza—, el profesor Morales es un médico legista de una vasta experiencia que quiso también adentrarse en el estudio de la «vida viva».
A pesar de su respetado currículo docente y larga experiencia profesional, decidió hacer postgrados en endoscopía. Así, es, hoy por hoy, uno de los mejores expertos en esa especialidad de la misión médica cubana en el estado de Carabobo.
Destacado en el CDI Aquiles Nasoa, de Valencia, es un hombre docto, de largas conversaciones: inteligentes, de buen gusto y notas de humor; además, excelente anfitrión.
Le acompaña en esta otra etapa germinal de su vida su esposa, la licenciada en Enfermería Luisa Bello Zamora —ahora de vacaciones en Cuba—, y también su hijo.
Humbertico es un bisoño médico general integral que nada más observarlo mirar a su padre, te das cuenta que estás ante un hijo que ve por los ojos de este, aunque sin dejar de ser él. Tiene su propia personalidad. O al menos públicamente se distancia de las maneras de su progenitor.
Los tres constituyen la familia Morales-Bello. Sus padres trabajan en el CDI Aquiles Nasoa. Él, en el de Palotal, kilómetros más allá, pero siempre pendientes estos de aquel, y viceversa.
«Tengo más jefes que todo el mundo, los que te tocan por “plantilla”, y papa y mamá», bromea Humbertico.
Humberto fue, por demás, su profesor en la Universidad de Ciencias Médicas de Granma, donde —es lo que dice su padre— estuvo entre los mejores alumnos.
Entre 2005 y 2007, el profesor Morales Núñez trabajó como médico legista en Zimbabwe. Hoy, en Venezuela, estar con su hijo también —reitera— es un reto.
«Debo trabajar con excelencia profesional, pero que Humbertico esté, me obliga a más. Debo ser ejemplo en todo. No le voy a decir que es fácil, pero a veces pienso que somos lo que pudiera llamarse una familia socialista.
«¿Día de los Padres?... Bueno, los papás no debemos fallar. Ese es el reto más lindo para un hombre. ¿O no?»