Los guardabosques usan todos los medios disponibles para que las llamas no se propaguen. A veces es una lucha muy desigual, pero ellos siempre van a ganar. Autor: Raúl Pupo Publicado: 21/09/2017 | 05:17 pm
Aquella línea dorada cortando sin piedad el verde de la cima de la montaña santiaguera fue solo el inicio. Habría podido calificarse de hermosa, si en realidad no fuese extremadamente peligrosa. Pero ya estaba allí y se extendía velozmente. Uno podía suponer que lo devoraba todo a su paso y era cierto.
Uno pensaría que para cuando el equipo de JR llegó al Circuito de Guardabosques de Santiago de Cuba, ya voluntarios de la zona habían informado sobre las características y peligrosidad de aquella caprichosa franja de fuego. Todo estaba listo y la madrugada sería larga. Por suerte, esa parte estaba protegida por trochas cortafuegos y las llamas solo pudieron llegar hasta un límite.
Una pensaría que para plantarle cara a toda clase de incendios, desde los pequeños manchones hasta los de grandes proporciones que tanto daño causan al suelo, la flora y la fauna, los guardabosques debían parecerse más a los héroes de los sueños infantiles. Sin embargo, estos hombres con sus cascos, trajes, motosierras, bombas de agua… hacen lo suyo con naturalidad. Podrían ser maestros, doctores, bodegueros, campesinos… pero son guardabosques y ello define sus días.
Cuando hay fuego luchan por reducirlo, y cuando todo está en calma, evalúan afectaciones, orientan a los tenentes de tierra para que cumplan con la construcción de trochas cortafuegos y enseñan a los campesinos a hacerlas; siembran árboles para reforestar, van a las escuelas para educar a los niños y apoyarlos en los círculos de interés relacionados con el tema, llegan a los medios de comunicación para explicar la importancia de que no ocurran incendios…
Prevención es prioridad
El año pasado fue complejo. Unas 20 044 hectáreas resultaron dañadas en los 695 incendios ocurridos solo entre enero y mayo de 2011. Las pérdidas económicas, según datos preliminares, se calcularon en 22 millones de pesos.
En Santiago de Cuba, por ejemplo, con 211 000 hectáreas de patrimonio forestal, ocurrieron 171 incendios en todo el año. De estos, 31 fueron forestales. Resultaron afectadas 191,9 hectáreas, según dio a conocer la ingeniera Esperanza Monier Salfrán, jefa del Grupo de protección de recursos naturales en la provincia.
Según explicó, los municipios con más incidencia fueron Songo la Maya, San Luis y la capital provincial. De manera general, en estos casos las especies de árboles más dañadas por el fuego en el territorio fueron la caoba, el soplillo y la leucaena.
De acuerdo con lo que tiene identificado el Cuerpo de Guardabosques del Ministerio del Interior, órgano rector de la actividad, más del 93 por ciento de los incendios a nivel nacional ocurren porque los seres humanos lo propician y, peor aún, más del 90 por ciento de estos son por negligencia.
Lo mismo en el oriente que en el resto del país las medidas son diversas y sobre todo miran a la campaña de 2012. Las condiciones climáticas y otros factores han provocado que se adelante un mes el inicio del conocido período crítico para la ocurrencia de incendios. Por eso ahora la campaña comenzó el 1ro. de enero y se extiende hasta el 31 de mayo.
Aunque los meses de mayor incidencia son marzo y abril, según el estudio del Cuerpo de Guardabosques, continúa la tendencia al incremento de los incendios de enero a mayo.
Para Roberto Leiva, jefe de Guardabosques en Santiago de Cuba, la prioridad está en la prevención. Señaló que se concentran en la capacitación del personal, la cohesión de los grupos de trabajo y de las brigadas profesionales, así como el incremento de la actividad divulgativa.
El trabajo con los niños del círculo de interés Duendes del bosque, del semiinternado santiaguero Carlos García Castillo, da cuenta del esfuerzo por educar a quienes deben ser los guardabosques del futuro. A ellos les tocará sofocar las llamas con la misma naturalidad y valentía con que los de ahora azuzan el rastrillo, bombean agua o detectan los focos de calor desde el sistema de alerta temprana que funciona en todo el país.
Estrategia para el verde
Al sudeste de la provincia del Holguín, 89 892,29 hectáreas son protegidas por el Cuerpo de Guardabosques del circuito de Pinares de Mayarí. En esa zona de paisajes exuberantes y montañas empinadas, una colilla de cigarro dejada al descuido puede convertir grandes extensiones en planicies pobladas de gris. De 56 418 hectáreas de zona forestal, 45 000 están cubiertas de bosques, por lo que se trata de un área esencial para el país.
A pesar de todos los cuidados, en 2011 ocurrió allí, según cuenta Héctor Torres González, jefe del Circuito Pinares de Mayarí, el incendio más grande en la historia de esa demarcación. Fueron dañadas unas 3 109 hectáreas, en las cuales prevalecían los pinos. Otra vez la causa fue la negligencia.
Según comenta el especialista contraincendios forestales Jorge Aguilera, es muy difícil lograr que las personas entiendan que el simple acto de botar un cigarro o tabaco en la loma, donde bate el viento, es sumamente peligroso. Además del incendio en sí y la devastación de flora y fauna, también se desconoce que después de este tipo de evento siempre llegan plagas que pueden afectar los cultivos de los agricultores.
Para enfrentar la situación operativa, desde el puesto de guardabosques se les exige a todos los tenentes de tierra, incluidos los usufructuarios del decreto 259, que construyan las trochas cortafuegos y las fajas verdes, así como que trabajen en el mantenimiento de caminos para poner frenos a las llamas. También sostienen con ellos encuentros para explicar una y otra vez el fenómeno y la necesidad de cooperación.
Según explicaron los especialistas del Circuito Pinares de Mayarí, para este año tienen previsto la construcción de trochas en 551 hectáreas —gracias a esa medida, en 2011 quedaron protegidas unas 600— trabajarán en 193 hectáreas de faja verde, así como darán mantenimiento de caminos en 260 hectáreas.
Con tres círculos de interés en la zona y 12 grupos de amor a la naturaleza, en ese punto también se trabaja por la formación de las nuevas generaciones.
En esta parte del archipiélago, con maravillas naturales como el Salto del Guayabo, una de las cascadas más hermosas de nuestra geografía, estar pendiente de la más mínima alerta es una constante en las tareas de los 12 guardabosques que conforman la brigada profesional del Circuito. Ellos cuentan con la ayuda de tres brigadas especializadas que incluyen a trabajadores de la agricultura, forestales y flora y fauna, así como cinco brigadas de voluntarios.
Aun así en cualquier momento puede aparecer una línea dorada cortando sin piedad el verde de la cima de la montaña. Habrá que seguir trabajando sin cansarse para llamar la atención sobre la importancia de este tema, porque existe muy baja percepción de riesgo a todos los niveles. No solo por la muerte de plantas y animales, el rastro gris o la humareda que dejan los incendios, sino porque quienes arriesgan todos los días parte de sus vidas en la protección del patrimonio forestal, merecen acompañamiento en esta peligrosa tarea.
Mientras uno solo puede ver las llamas a la distancia (y eso lo cambia todo), en la primera línea, de cara al fuego, un hombre que apenas ve por tanto humo, puede estar guiando a otros a viva voz: «¡Hombre en línea, hombre en línea! ¡Vamos, muchachos, que el fuego no puede pasar a la plantación!».