Acuse de recibo
Hay que aumentar el lente del visor con que las autoridades detectan las personas vulnerables de la sociedad cubana, para tenderles una mano sin caer en paternalismos y sin obviar la responsabilidad familiar que debe primar ante cada caso.
Ramón Gavilán Durán (Barrio Nuevo 12, central Cristino Naranjo, Cacocum, Holguín) tiene 45 años y le amputaron el pie derecho en 2002. Jubilado desde entonces, vive solo con su mamá, también pensionada por la Seguridad Social, en una casa declarada con peligro de derrumbe desde 2011.
Ha gestionado Ramón con las autoridades de su municipio un subsidio para la reparación del inmueble, y hasta ahora no ha tenido respuesta efectiva. Afirma que solo lo ha visitado Martica, una funcionaria de la Dirección Municipal de la Vivienda, quien le dice que su caso «está en la computadora». Y nada más.
Hace tres meses le amputaron a Ramón la pierna completa. Ha solicitado una silla de ruedas, los compañeros de la Aclifim la han gestionado, pero no se ha podido resolver.
El paciente tiene ánimo y disposición para llevar una vida socialmente útil, pero necesita que las autoridades de su territorio se pongan en su lugar y cooperen para que él pueda elevarse sobre su problema y tener una vida más plena.
Maikel Acosta Turiño (carretera José María Pérez, Arroyo Frío kilómetro 1, Camajuaní, Villa Clara) cuenta que su hija de seis años de edad está operada de un neuroblastoma y de una gangliosis de colon hace cuatro años. Presenta incontinencia fecal, la cual compromete su calidad de vida, específicamente su asistencia a la escuela. Y se consulta cada cuatro meses en el hospital pediátrico José Luis Miranda, de Santa Clara.
La vivienda donde residen no presenta buenas condiciones. Se está quedando sin piso, y el techo fue dañado por un huracán. Maikel solicitó hace dos años y medio un subsidio, y le otorgaron un solar a tres cuadras de la escuela donde asiste la pequeña. Pero del subsidio, aún nada concreto. Siempre le dicen que ella es prioridad, pero se lo han otorgado a otras personas con menores urgencias y problemas, según el remitente.
«Tengo necesidad de acercarme a la escuela, ya que la niña viaja cuatro veces al día y vivimos a un kilómetro de la misma. Tenemos que estar dándole vueltas a cada rato por su incontinencia fecal. Ya no sabemos qué hacer, llevamos mucho tiempo esperando», afirma.
Amelio García Vidal (Varona 857 entre Ahogados y Cuartel, Guantánamo) presenta un dilema entre el deber de cuidar a toda hora de su mamá de 91 años, y la necesidad de trabajar para atender la manutención de ella y de él, quienes viven solos.
El remitente, con 62 años de edad y 42 de trabajo, labora como dependiente de la unidad gastronómica El Siboney. Pero la madre presenta demencia senil, ceguera total de su ojo derecho y media del izquierdo. No puede deambular por sus propios medios. Necesita ayuda permanente para caminar, comer y bañarse, entre otras actividades cotidianas. Casi está en un estado de postración.
Por el estado mental de la señora, el siquiatra le prescribe medicamentos. Y Amelio debe estar en casa velándola, por las desorientaciones en su conducta.
A consecuencia de ello, el hijo lleva seis meses de licencia sin sueldo en su trabajo. Y ya le informaron que debe reincorporarse a sus labores, o de lo contrario pierde su vínculo laboral. Para colmo, no ha podido acceder a una cuidadora para su madre, pues su salario es apenas de 240 pesos.
Refiere Amelio que tiene un hermano, el cual lo ayuda en la medida de sus posibilidades con el alimento, medicinas y aseo personal, pero él tiene también problemas con su esposa jubilada por enfermedad, dos niñas y una suegra anciana y enferma también.
«Necesito ayuda», clama sencillamente.
Hay que acercarse a estas historias, pues son un diagnóstico realista, y buscar alternativas de cooperación. Que no se sientan desamparados.